He tardado mucho en escribir esta historia, pero ayer, de camino a Valencia en el tren, me arranqué por bulerías, ¡va por vosotros, Joserra, Eusebio, Ana y Alejandro, los protagonistas de esta película.
Hay años en los que uno decide parar, echar el freno, descansar, y 2.006 fue uno de esos, de los que tome esa decisión quiero decir, porque lo que es llevarla a cabo es otra historia, precisamente la hoy quiero contar.
Llevábamos ya 2 años de triatlón de Elche, Joan y Pasqual demandaban mucha atención y seguía con la brillante idea de ser maestro, que es mi más profunda y verdadera vocación, creo.
Pero estaba totalmente desencantado del sistema, no había hueco para las vías alternativas, así que a pesar de ser el centro de todas las atenciones, femeninas principalmente, que la presencia en clase de Joan en su carrito junto a mí provocaba, despertando digo yo sus incipientes instintos maternales o, cuando menos, la ternura, también de los mancebos, por verme allí con la criatura repentizando los cánones y demás melodías en aquella clase que tanto me gustaba, pues poco a poco lo fui dejando por la desconsideración de algunos docentes muy poco preocupados por el aprendizaje frente a los aspectos más formales de la educación reglada universitaria española, fábrica de títulos sin par donde los proletarios del saber ensamblan mecánicamente las diferentes materias de la titulación de rigor en esa cadena de montaje pedagógica, o más bien pseudopedagógica.
Así pues, a mitad de año me matriculé en el master de la UMH de Alto Rendimiento, no fuese a ser que me fuese a aburrir. Definitivamente, después de las experiencias de Lanzarote 2004 y Niza 2005, renunciaba a correr un Ironman ese año.
Pero como quiera la cosa que, en boca de mi suegra, soy un “ulleta qui bull”, ollita que bulle sería la traducción, allá por el mes de mayo le propuse al único que sabía me podía escuchar, el mítico José Ramón Vives, si no le cuadraría acompañarme a un Ironman de verano para matar el gusanillo, sin pretensiones deportivas, al menos por mi parte. En su caso sería el segundo de la temporada y, como no, aceptó, para eso están los amigos. Y tras buscar destino, la única opción era el Ironman de Reino Unido, que por aquel entonces se disputaba en Sherborne, un pueblecillo de la campiña del sur de Inglaterra. Además, diose la casualidad de que el incombustible Eusebio Paradinas y Ana, su mujer, también iban para allá, así que dejamos la logística del viaje en sus manos y todo arreglado.
Como era de esperar en un año tan complicado, no entrené apenas, ni en la primavera, ni durante las 2 semanas menorquinas precarrera. Para rematar la NO preparación, la última semana la pasamos en Andorra con nuestros buenos amigos Lidia y Rafa y, bueno, aparte de comer embutido y demás viandas pirenaicas, pues más bien ná de ná.
La bajada al aeropuerto de Barcelona desde Pal fue de las que marcan un antes y después en la vida de uno. Primero en taxi hasta la Seu, donde, a pesar de haber advertido al taxista de que viajaba con una maleta “MUY-MUY-MUY-GRANDE”, me apareció el payo con un coche antiguo, no recuerdo el modelo, de estos tirando a deportivo.
¡¡Madre mía del amor hermoso lo que padecimos para meter la bici en aquel troncomóvil, le tuvo que desmontar no sé que pieza del maletero para que entrase.
Estrés total, llegué por los pelos al bus y chou again para montar mi flaca en el susodicho. Bueno, ya estamos dentro, un poquito de relax ahora.
La parte final del viaje bien, sin problemas, y allí estaba Joserra esperándome en el aeropuerto de Londres, pillamos el coche de alquiler y road to Bournemouth, yo lo flipé, tó cristo conduciendo por la izquierda, endevé, menos mal que llevaba el coche Joserra, que si no acabamos en la cuneta.
Yendo al grano que me extiendo más que la verdolaga, todo fue muy bien hasta la comida del día previo, en la que me sentó fatal el picante. Consecuencia: malísimo y sin cenar a la cama, desayuno escasísimo, malestar total, decido ir a la salida a ver que pasa pero con la idea de no salir. Me muevo a 2 por hora por los boxes, parezco un oso hormiguero, toi jodido, los retortijones son lo peor, pero pocos minutos antes de la salida consigo evacuar y, ¡oh, milagro! Ya no estoy tan mal así que 2 milisegundos después decido salir.
Joserra el día antes
Cagando ostias hacia el agua, negra y fría como la madre que la parió, niebla, aquí vive el primo de Nessie fijo, le doy marcha en los 100 m que nos separan de la salida, lo que me sirve de calentamiento y llego justo al pistoletazo pero milagrosamente bien situado.
Salida de natación
Y a partir de aquí, a pesar de todas las peripecias intestinales y de la lluvia y el frío que nos acompañó todo el día, consigo engañar al cuerpo durante toda la natación y unos 150 Km de bici. Llego a pensar incluso que ese era mi ironman.
Eusebio me había pasado tiempo ha pero de Joserra no había noticias.
Finalmente, justo al pasar las 7 horas de carrera, aparece Joserra, comentamos 4 cosas y poco a poco se va yendo pero como estamos cerca de T2, saco fuerzas de no sé donde y consigo que no se me vaya apenas nada, un minuto escaso.
Joserra en bici y corriendo, estilazo
El primer kilómetro del maratón es por una pradera totalmente encintada en zigzag donde compruebo que me lleva menos de un minuto, 54” en concreto, le he recortado algo en la T2.
El espejismo dura hasta el kilómetro 6-7 en el que un jamacuco en el isquio izquierdo me dobla por la mitad saliendo del tramo inicial por el bosque en los alrededores del castillo de Sherborne, allí donde Robin Hood perdió el gorro.
Terrible toma de conciencia, me faltan 36 Km, estoy roto y totalmente vacío, apenas he comido, y hace un frío del carajo, aunque he tenido la precaución de salir abrigado, chaleco y manguitos, para descojono de unos espectadores franceses que se burlan de mi guisa pero yo a lo mío, ande yo caliente, ríase la gente.
Lo que vino a continuación ha sido el mayor episodio de sufrimiento de mis 13 ironman, con 4:27 en la maratón y 11:41 en meta. Visto en perspectiva no me parece nada mal resultado con todas las dificultades con las que tuve que lidiar, pero en ese momento estaba hecho fosfatina.
Joserra en meta
En meta, Eusebio y Joserra, 44º y 10:01, y 174º y 11:05 respectivamente, estaban encantados, ya bien recuperaditos, así que se divirtieron haciéndome unas foticos de la debacle.
Y hete aquí que en ese momento conocimos al que me ha llevado a escribir esta crónica 8 años postergada, un tal Alejandro Santamaría, que nos mostraba la manita en referencia a su 5º puesto en ese duro Ironman, 8:54 en meta y 3er parcial a pie con 3:06.
Por supuesto que nosotros alucinábamos con aquello, máxime cuando hicimos buenas migas y pasamos un rato divertido en postmeta. Ya la total vino poco después, pero esa batallita es mejor que se quede en el tintero no vayamos a perder la cabeza, como dicen los Estopa.
¡¡Estopaaaa!!
Y ahora, 8 años después, poder cerrar este círculo de la vida teniendo a Alex en el club, el A300w Elche Triatlón Club, para la temporada 2.014 a la búsqueda de triunfos postreros, pues me da mucha alegría, qué coño, porque es un tipo que me cae muy bien.
¡Bienvenido champion! ¡Por los viejos tiempos y los nuevos y mejores que vendrán!