Después de varios meses de parón bloggero, abro un paréntesis en mi infernal actividad organizadora y me dedico estos minutos después de ya 8 horas delante del ordenador, café familiar aparte.
La cuestión es que en este 2.013 he decidido volver a contar con un entrenador que guíe mis pasos y me asesore en mi peregrinación anual al paraíso triatlético que es Lanzarote, al que acudiré por 8ª vez este año, 9ª visita a la isla si contamos el 70.3 de este noviembre pasado. Desde que entrené con Manolo Torrés en mis primeros años, en tandem con Elisa Portolés, mis queridos Monalisa, y con Jaime Menéndez en 2.005, he estado entrenando por libre, fundamentalmente por lo complicado de mi esquema vital, condicionado por el crecimiento de mis 3 hijos, Pasqual, Joan y Arenalito.
Pero no sé si por mi recién estrenada categoría 45-49 (¡¡Dios, qué fuerte suena!!¡Si estoy hecho un chaval!), por mi relativa estabilidad a pesar de los vaivenes propios de la actividad organizadora, porque tocaba o porque sí, la cuestión es que este año voy a trabajar con Álvaro Velázquez, lo llevo haciendo desde finales de noviembre, fundamentalmente por 2 razones:
– le conozco desde hace mucho tiempo, le aprecio y tengo confianza en él,
– creo que compartimos filosofía en muchos aspectos del entrenamiento, entre ellos la importancia de la calidad vs cantidad (sin intención de entrar en ninguna discusión al respecto ya que hablo de mí, de mi pasado y mi presente), el entrenamiento por potencia y la fe en uno mismo.
Dicho lo cual, en esta primera entrega de mis crónicas lanzaroteñas cooganianas simplemente quería presentaros lo que han sido mis valores de CTL, ATL y TSB a partir del 1 de enero en mis 3 últimas temporadas, con el objetivo de situarme donde estoy y hacia donde voy, siendo sabedor de todas las posible limitaciones de este análisis, uno más, de todos los posibles. Dejo para una 2ª entrega el análisis de las mismas y los comentarios.