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En condiciones normales no me molesta estar sin hacer nada, más bien todo lo contrario, la holganza de la que hablaba Gabriel Miró es una de mis ocupaciones preferidas. Me enervan los tipos, sobre todo ellos, vigoréxicos, llenos de energía, siempre liadísimos, haciendo mil cosas al día, con jornadas pletóricas de actividades sin fin, todas interesantísimas y siempre encontrando el hueco y la fuerza necesarias para hacer una más si ha el caso, como por ejemplo Joaquín, el primo Joaquín. Aquí en esta familia todos son primos de Mari Carmen, carnales o políticos, parecen los Heredia.
Él es el caso paradigmático que me acompleja, siempre hablando de su último, ¿cómo se llama, triatlón? Nunca tiene bastante, cada vez tiene que ser más largo, más alto, más lejos, más duro. La novedad de este año es que acaba de cruzar el Estrecho de Gibraltar, más de cuatro horas nadando entre cargueros, cetáceos y fuertes corrientes. Creo que le oí decir que fueron
– Papá – me decía el otro día Ramón – ¿tú no podrías cruzar nunca el estrecho como el tío Joaquín, verdad?
– Sí, claro que podría – me debe estar empezando a crecer la nariz – yo antes nadaba, de pequeño era muy bueno, creo que te lo he contado alguna vez.
– Ya, pero eso fue hace mucho tiempo, ahora eres un poquito mayor, ¿no crees?
– ¡Pero si tengo la misma edad que tu adorado tío Joaquín!
– No puede ser papá, tú estás, no sé, un poco más viejín, ¿no?
– Qué no, Ramón, seguro, los 2 somos del 68. Mira lo que te digo, puede que él sea incluso del 67 o del 66 y me lleve hasta 2 años. Además, lo hizo con neopreno. Bah, eso no tiene el mismo mérito, es como subir el Tourmalet con una bici eléctrica. Hijo, lo de nadar es como montar en bici, no se olvida nunca, así que a poco que me preparase, no tendría problema en hacerlo.
– Pero papá, no es por nada, no te enfades ¿eh?, pero ¿no estás un poquito gordo para ponerte a nadar tanto rato?
– ¿Gordo? ¡Será posible! He echado unos kilitos, vale, pero eso es porque tengo inmovilizado el tobillo y casi no me muevo, y claro, con lo grasiento que cocina la abuela, pues sí, puede que haya cogido un poco de peso. Pero eso para nadar no tiene importancia, ¿sabías que la grasa te ayuda a flotar?
– Papá, que lo del tobillo fue ayer1, ¿cómo puedes decir que estás gordo por eso? Y lo de la grasa, no sé, el tío Joaquín está muy fuerte. El otro día en el puerto, el día que llegamos y que estaban ellos esperando a unos amigos, nos enseñó la bola y la tiene durísima y enorme. Yo creo que no podrías cruzarlo, en serio. No pasa nada, de verdad, pero no, no podrías.
– Mira Ramón, ya me estás cansando, tu padre puede hacer lo que se proponga, no tiene nada que envidiarle al exhibicionista de tu tío Joaquín – ¿me estará creciendo la nariz por hiperplasia, más células narigudas, o por hipertrofia, células cada vez más gordas? – y para demostrártelo, en unos días, cuando me quité el vendaje, voy a empezar a nadar y antes de que acabe el verano verás como ya estoy haciendo varios kilómetros. Y si me aprietas, haré alguna travesía larga, para que veas de lo que soy capaz.
– ¿De verdad papá que lo harás?
– Por supuesto.
– ¡Voy a decírselo a mamá y a la abuela! Y en cuanto vea al tío Joaquín, se lo voy a decir también, y así hacéis una carrera.
– Eeeesto, ¡no, espera, Ramón, espera! – pero ya es tarde, ha salido corriendo de la casa y le oigo chillar por la terraza la buena nueva “Mamá, mamá, papá va a hacer una carrera de natación con el tío Joaquín de 20 ó
1: primer capítulo, unpublished